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Síntomas como mareos, debilidad, hormigueo o dolor de cabeza pueden tener múltiples causas. Una consulta neurológica en línea te ayuda a entender qué ocurre y decidir los siguientes pasos: tratamiento, pruebas o simplemente tranquilidad.
Los dolores de cabeza de origen neurológico incluyen cefaleas tensionales, migrañas (con o sin aura) y cefaleas en racimo. A diferencia de los dolores comunes, suelen seguir un patrón, aumentar en intensidad o acompañarse de alteraciones visuales, sensibilidad a la luz o náuseas.
Las migrañas pueden deberse a una combinación de factores neurológicos, hormonales, genéticos y de estilo de vida, como el sueño irregular o la alimentación. Los síntomas vestibulares —como vértigo, inestabilidad o sensibilidad al movimiento— pueden estar relacionados con migraña vestibular, alteraciones del oído interno o trastornos del tronco encefálico.
Un neurólogo puede identificar la causa según el historial clínico, la evolución de los síntomas y signos acompañantes como el zumbido en los oídos (tinnitus) o la fotofobia. Un diagnóstico temprano permite definir si se trata de un cuadro episódico, crónico o secundario a otra condición.
El entumecimiento, el hormigueo o la sensación de «alfileres y agujas» pueden indicar problemas en los nervios periféricos, compresión de raíces nerviosas o alteraciones en el sistema nervioso central. Estos síntomas suelen aparecer en las manos, pies o rostro, y pueden intensificarse con el tiempo.
La debilidad muscular que afecta la movilidad, la coordinación o la resistencia física puede estar asociada a neuropatías, enfermedades neuromusculares o lesiones medulares. Signos tempranos como soltar objetos, temblores finos en las manos o fatiga en las piernas al caminar pueden pasar desapercibidos si no se evalúan a tiempo.
Los temblores, movimientos involuntarios y rítmicos, varían según su causa. El temblor esencial es común y suele tener origen familiar, mientras que el temblor parkinsoniano aparece en reposo y es más lento. Otros movimientos como sacudidas mioclónicas o fasciculaciones musculares pueden estar relacionados con enfermedades más complejas.
Un neurólogo puede evaluar la simetría, evolución y relación de los síntomas con la postura o la actividad física para detectar afecciones como esclerosis múltiple, mielopatía cervical o neuropatías periféricas.
La debilidad muscular que limita la movilidad, la coordinación o la resistencia física puede ser un signo de alteraciones neuromusculares, compresión de nervios espinales o afecciones del sistema nervioso central. Entre los primeros síntomas pueden estar la caída frecuente de objetos, temblores en las manos o cansancio excesivo en las piernas al realizar tareas sencillas.
Los temblores, movimientos rítmicos e involuntarios, tienen múltiples causas. El temblor esencial es frecuente y suele tener un componente hereditario, mientras que los temblores parkinsonianos se presentan en reposo y con menor velocidad. Sacudidas musculares (mioclonías) o contracciones involuntarias (fasciculaciones) pueden indicar enfermedades neuronales motoras o desequilibrios sistémicos como alteraciones electrolíticas.
Estos síntomas motores pueden desarrollarse de forma gradual y confundirse con fatiga o falta de forma física. Observar su simetría, evolución y relación con la postura o el movimiento permite detectar enfermedades como la esclerosis múltiple, la mielopatía cervical o neuropatías periféricas.
El sueño y la función cognitiva están estrechamente relacionados con la salud neurológica. El insomnio crónico, la somnolencia excesiva durante el día y los ritmos circadianos alterados pueden ser señales de trastornos como el síndrome de piernas inquietas, la narcolepsia o los trastornos del sueño REM.
La fatiga y la niebla mental, descritas como falta de claridad, olvidos o pensamiento lento, pueden deberse a neuroinflamación, disfunción autonómica, síndromes postvirales o procesos neurodegenerativos incipientes. Estos síntomas también pueden variar con el estrés, los cambios hormonales o la privación de sueño.
Evaluar si los síntomas son primarios o secundarios es clave. Pruebas como el cribado del sueño, la evaluación de la memoria y la exploración neurológica ayudan a diferenciar el cansancio psicológico de los primeros signos de deterioro cognitivo leve o del síndrome de fatiga crónica.
El estrés psicofisiológico puede alterar la forma en que el sistema nervioso procesa la información, provocando síntomas que parecen neurológicos, pero que se originan en una disfunción funcional. Es común experimentar entumecimiento, presión en el pecho, mareos, temblores o alteraciones visuales transitorias durante episodios de ansiedad o agotamiento emocional.
Estos síntomas suelen aparecer en momentos de transición vital — como una mudanza, un cambio de trabajo o el cuidado prolongado de un familiar — y pueden fluctuar sin una causa neurológica clara. Sin embargo, en algunos casos, el estrés puede agravar afecciones neurológicas latentes o retrasar el diagnóstico al ocultar signos orgánicos.
Comprender la diferencia entre síntomas funcionales y trastornos estructurales es esencial. Para ello, se evalúan los patrones en el tiempo, los desencadenantes, la reversibilidad y la consistencia clínica. Un neurólogo puede ayudar a interpretar esta complejidad y proponer un plan de cuidados adecuado, sin juicios ni estigmas.
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